La protagonista de esta historia es la señora Ana María Salazar, quien fue una muy buena maestra algunos años atrás; ella nos dice que, para poder contarnos sus experiencias, debe comenzar primero hablando sobre cómo era Carolina del Príncipe anteriormente.
En tiempos de mi niñez, no había agua y tampoco luz en la mayoría de las casas, así que, en las esquinas de cada calle, se encontraban pocetas con agua; la ropa se lavaba en las quebradas, y las personas con dinero, contrataban lavanderas para que hicieran el trabajo; me divertía mucho ir con ellas a lavar, pues cantaban y contaban historias, llevábamos fiambres, ya que era una labor de todo el día; para bañarnos teníamos que hacerlo con agua tirada, o subíamos hasta Los Pinos a unos charcos muy buenos donde disfrutaba mucho ir.
Como anteriormente no había luz, a excepción de la iglesia, en las casas solo se utilizaba un foquito en un punto específico que alcanzara a iluminar una buena parte de la casa; la plancha era muy difícil de usar, porque había que calentarla en una hornilla de carbón.
Al pueblo le urgía la necesidad de la electricidad, entonces la Empresa de Energía Eléctrica empezó a poner contadores por todo el pueblo, esto me dio mucha emoción en ese entonces, porque era un suceso novedoso para mí y las demás personas; me acuerdo que, mientras instalaban la luz, yo estaba pendiente de que los focos de mi casa se encendieran.
Doña Ana María nos dice a modo de enseñanza que: “A pesar de las incomodidades, la vida era bonita, sencilla, compartida y alegre; eso nos hizo fuertes para enfrentar las adversidades, nos hizo solidarios y colaboradores; aprendí que, todo lo bueno en la vida cuesta mucho trabajo y que el facilismo lo único que engendra es pereza”.
Ella continúa con su historia.
Me acuerdo cuando Empresas Públicas de Medellín, comenzó a construir la represa de Miraflores y Troneras, me impresionó saber que pudieron comprar todo el barrio El Llano, para dicho proyecto; la escuela Uribe Arango fue trasladada para el sector donde comúnmente se le llama El Guaje, también fue trasladado el monumento de la Virgen de las Misericordias para el barrio La Paz; esto trajo a muchas familias un gran descontento y mucha preocupación, porque perdieron sus huertas, ya que en ellas sembraban plátano, yuca, papa, entre otras hortalizas, para su sustento.
Una de sus frases que más se destacó fue: “Todas las experiencias son buenas desde que se sepan aprovechar”.
Continuó.
También recuerdo, cuando hicieron la integración de la normal La Inmaculada con el IDEM, instituto departamental de enseñanza media; en ese tiempo solo existía un colegio para señoritas, la normal fue fundada por el padre Julio Tamayo, y trajo a las hermanas carmelitas para que trabajaran allí; también pensó en los hombres que querían estudiar, y fundó el liceo Pbro. Julio Tamayo; la Secretaría de Educación vio la necesidad de unir estos dos colegios, de manera que, los muchachos que quisieran estudiar para ser normalistas podrían hacer el bachillerato pedagógico, y las muchachas que no querían ser maestras, podían hacer el bachillerato académico; de ahí surgió el liceo que tenemos actualmente.
Las escuelas funcionaban por la calle a la salida de la vereda Claritas, pero por el inconveniente de la sedimentación, el alcantarillado se dañó y el agua se represaba; entonces tuvieron que volver hacer otras escuelas nuevas, EPM se hizo responsable de esta construcción.
De todas estas experiencias, yo no cambiaría nada porque la vida fluye, uno de la vida debe tomar todo lo bueno que le ha de servir para su formación, no solo de la identidad sino también de uno mismo, eso es lo que nos hace diferentes a los demás y debemos desechar lo que nos daña; en eso consiste la educación, de enseñar a las personas, que de la vida se toma siempre lo bueno y se hace a un lado lo malo.
Doña Ana nos narra cómo se hizo maestra. Cuando terminé quinto de escuela, me invitaron unos parientes a estudiar en una normal de Medellín, allí conocí mucha gente importante que me ayudaron para mi formación, y adquirí un gran bagaje cultural; cuando salí de la normal me estrené como maestra en el municipio de Santo Domingo, tierra de carrasquilla, trabajé ocho años allí; luego me vine para mi pueblo donde trabajé veintiún años.
Lo más satisfactorio de ser maestra, es ver que mis alumnos ahora en día son personas de bien y se saben desempeñar y muchos aportando a la sociedad.
Narró: Ana María Salazar.
Recolectó: Isabela, Estefanía y Ana.
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