La violencia y el conflicto armado han involucrado muchas generaciones anteriores y son sucesos aún inconclusos. Muchas personas pasaron por torturas, secuestros, robos, extorciones y también se presentaron muchas masacres y atentados. Hoy en día las victimas solo tienen la opción de esperar ser indemnizados, pues ya todo lo que pasaron no puede ser cambiado.
En esta ocasión un humilde señor llamado Fabio nos quiso contar como él y su familia vivieron esta época, en que las zonas de Miraflores y Concepción estaban pobladas por grupos armados al margen de la ley. Don Fabio trajo a su mente todos los recuerdos de aquella etapa de su vida y empezó a hablar:
Hace más o menos treinta y cinco años yo trabajaba en una hacienda llamada La Cristalina que pertenecía a una familia de la ciudad de Medellín, allí yo desempeñaba la labor de vaquero, recorría los potreros contando el ganado y revisando que se encontraran bien. Yo vivía en una casa de madera y para ese entonces mi familia y yo éramos muy pobres, de allí caminaba aproximadamente entre treinta y cinco y cuarenta minutos hasta una parte de la hacienda llamada la mayoría, esa era la parte principal de la finca donde se encontraba la gran casa y la corraleja. Un día común yo iba por la mañana camino a la mayoría como acostumbraba hacerlo y a lo lejos vi a unas personas recogiendo leña, pensé que eran la familia de un vecino y compañero de trabajo, don José, después de un rato, ese mismo día me encontré con mi compañero y le comenté que me había parecido verlo con sus hijos recogiendo leña, pero para mi sorpresa él me dijo que también los había visto y había creído que éramos mi familia y yo recogiendo leña para la casa; pero las cosas se quedaron así los dos con nuestras dudas por tan extraño acontecimiento.
Más tarde regresé a mi casa a arreglarme y luego llevar un caballo para cumplir con mis funciones en la finca; cuando yo estaba comiendo para luego salir llegaron a la casa unos muchachos y saludaron, de repente sacaron unas armas y las pusieron sobre un banco de madera que había en el patio y nos pidieron el favor de que les dejáramos cocinar una comida para ellos, diciendo que eran muchos sus compañeros, y que si luego les podíamos mostrar unos caminos y empezó a llegar y llegar gente y más gente , sin embargo yo tenía que ir a trabajar y me fui estando muy preocupado.
En la tarde cuando al fin regresé a casa esta estaba llena de gente uniformada y me pidieron permiso para asesinar un novillo el cual mataron a machetazos y lo cocinaron detrás de la casa; cuando llegó la noche seguía llegando gente y toda la noche se la pasó así y ya se habían apoderado de mi casa y se comieron todo nuestro mercado, nos dejaron sin nada, uno decía que le vendiera un pedacito de panela, el otro que una arepita y que una cosita y que la otra. En la casa había una pequeña huerta y todo absolutamente todo lo que había allí se lo comieron y al día siguiente me volví a ir a trabajar muy asustado, no conocíamos a nadie, no sabíamos quién era esa gente, ¡no sabíamos que era guerrilla!; como a las tres de la tarde me dijeron que necesitaban unos caballos para cargar unos heridos y yo sin saber que hacer, fui y cogí tres caballos, dos para ellos que los necesitaban y uno para mí que lo necesitaba para continuar con mis labores.
Tres días después de ellos estar allí me dijeron que al día siguiente me debía levantar temprano con ellos para que yo controlara los caballos, entonces yo les hice caso muy feliz porque ya se iban a ir de mi casa, pero por la mañana a la hora de partida empezó un tiroteó impresionante, por lo que salimos corriendo por una loma arriba y yo pensé en devolverme para la casa pero esa gente no me lo permitió, me dijeron que me tenía que ir con ellos y que me dejarían en donde no me pasara nada y así fue, después de caminar mucho me dejaron en una casa y me dijeron que les dijera al ejército que se fueran hacia arriba que allá estaban ellos y que no les negara nada, que les dijera que estaban haciendo, entonces yo me quedé en esa casa, pero lo que ellos no sabían era que más adelante el ejército ya los estaba esperando, cuando de repente comenzó otro tiroteo; era demasiada gente y yo tan asustado y preocupado pensando en lo que les pudo pasar a mi esposa quien estaba en embarazo o a mis dos pequeños hijos. Esto empezó como a las seis de la mañana y como a las diez empezaron a llegar helicópteros para interferir en este combate y yo en esa casa pensando en la vida, cuando medio se calmó un poquito yo ya me volví para la casa y en el camino me encontré con el ejército y ellos me preguntaron muchas cosas, luego seguí camino a mi casa muy preocupado pero cuando llegué gracias a Dios todo estaba bien, mi esposa muy asustada pero bien.
Por la tarde llegaron a la casa mi papá y unos hermanos míos a ver como estábamos y que no nos hubiera pasado nada, ya más tarde de curiosos nos fuimos hacia la parte alta a ver que había pasado, pero como ya casi era de noche nos devolvimos, y de repente escuchamos unos disparos a lo lejos y cerca de nosotros cayeron unas balas así que me di cuenta que nos disparaban era a nosotros entonces le dije a mi padre que se bajara del caballo en el que él iba que era el mío y nos tiramos a una quebrada para ocultarnos tras una barranca, eran demasiados disparos y para colmo de males quienes disparaban era el ejército y el pobre caballo y un perro que nos acompañaban murieron tras el impacto de algunas balas, entonces no tuvimos más opción que irnos para una casa que había ahí cerca para resguardarnos y allí nos tocó pasar la noche, fue una noche eterna la cual pasamos en vela, al día siguiente volvimos a casa tan pronto amaneció.
Del susto tan impresionante no éramos capases de salir de la casa ni a trabajar, ni a hacer nada, tres días después llegó gente uniformada a la casa pero esta vez era el ejército, ¿Qué hacían aquí? Bueno vinieron a pedirme que fuera con ellos para que reconociera los cuerpos de unos muertos debido a los fuertes enfrentamientos días anteriores y así fue salí con ellos camino al lugar donde se encontraban los cuerpos pero no era posible reconocer a nadie, eran once cuerpos totalmente desfigurados, despedazados, estaban los cuerpos todos filados, acostados en un pequeño terreno plano; les dije que no reconocía a nadie, además no los conocía, entonces me dijeron que me fuera para la casa y de inmediato obedecí. Dos días después vinieron unas personas de la administración del municipio de Carolina Del Príncipe y me pidieron el favor de que les prestara unos bueyes o unos caballos para sacar los muertos a la carretera y que les ayudara a realizar esto, y así lo hice, en dos bueyes montaron los muertos para sacarlos a un lugar de la vía llamado monte loro, allí los subieron a una volqueta y se fueron. Ahí quedé yo, ¡muriendo del miedo!, ¡estaba solo!, entonces para no dejarme quedar mucho de la volqueta me vine detrás de ella hasta la entrada de la mayoría, incluso dejando los bueyes abandonados y me fui otra vez para la casa.
Días después fui al municipio de Carolina y en la alcaldía como una ayuda me dieron cierta cantidad de dinero para que por lo menos comprara un mercado y cosas básicas que necesitáramos. Esta fue mi experiencia respecto al conflicto armado, por suerte no nos pasó nada grave, ¡pero sí que fueron épocas tenebrosas!
Narrado por: Don Fabio.
Recopilado por: Omaira y Clara.
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